La obra de Rémi De Vos nos cuenta, con humor y crueldad, los últimos días de una madre, en estado terminal de una enfermedad incurable. En su lecho, ella recibe uno a uno la visita de sus dos hijos y de su amigo, con diálogos que a menudo se convierten en monólogos. Sin intercambio alguno, cada uno habla de si mismo. Y sin embargo, las cosas se dicen y dejan huella. Los personajes evocan su vida, sus gustos, sus errores, sus conflictos, su sufrimiento. Casi nunca advertimos que el final está cerca y, sin escuchar a los otros, la muerte inminente, aunque nunca llamada de manera directa, va poco a poco a llevar a los protagonistas a retomar la vida, a mirarla un poco más de frente. 

El personaje central de la obra es en realidad el teatro. Pasión y válvula de escape del más joven de los hijos, tema de repulsión para la madre, motivo de separación de su esposo, sujeto tabú entre la madre y su nuevo compañero, antítesis del hijo mayor... Hasta en la última escena en donde la madre se representa a sí misma el pasaje hacia la muerte como la entrada de un actor en escena, y evoca su pánico escénico: el teatro en esta obra  es omnipresente.